Hoy es un buen día, he despertado recordando todo.
A las 3pm llega Gonzalito, mi nieto hermoso. Sé que es malo
tener nietos preferidos pero Gonzalo sin duda, es el que ilumina mis días. No
sé si me aferro más a él por parecerse físicamente a mí o por el hecho de ser
huérfano.
Gonzalo, es un niño de cinco años, sus padres, ambos médicos,
fallecieron tres días antes de que él cumpliera cuatro años. Su madre era mi cuarta
hija, se me fue con solo 27 años y su esposo, mi yerno, con 28. No hay nada que
me consuele cuando recuerdo sus partidas.
Los tres viajaban al norte a pasear y de paso a constatar que
las cosas en su hotel estuvieran marchando bien. Ya de regreso estando en la
autopista, una moto cerró a un auto, y este auto por la gran velocidad a la que
iba, perdió el control y ocasionó un triple choque, uno de los autos
involucrados era el que dirigía mi ex yerno. El único sobreviviente fue
Gonzalito que dice no recordar nada de aquel día pero yo estoy segura que sí
recuerda, la tristeza en su mirada me lo confirma.
Hace algunos años me diagnosticaron Alzheimer, fue un golpe
duro para mi familia, más aún para mí, tengo tantos recuerdos que atesoro y de
pronto me los arrebataron, gracias a Dios o a algún ángel (y no son pocos los
que tengo), hay días como hoy en los que amanezco recordando mi pasado, mi
presente y hasta imagino mi futuro.
Tengo 62 años, estoy
bien conservada o al menos esos dicen las amistades que me ven después de
tiempo; mientras escribo me pongo a pensar que tal vez lo dicen para hacerme
sentir mejor, aún si ese fuera el caso, no importa, yo me veo al espejo y no
aparento mi edad, nunca la aparenté. Cuando tenía 25 años, el que menos me
ponía 18 y hasta menos; aquel entonces era 2016, año de mi supuesta muerte.
Tontamente les creí a unos brujos que sería mi último año de vida, lo bueno es
que pude apreciar la vida y traté de vivir al máximo. Lo malo es que malgasté
mi dinero creyendo que no habría mañana. Sin embargo, aquí estoy, no tan sana
pero al menos con vida para seguir disfrutando a mi familia.
Mis hijos son la razón de mi vida, desde joven soñé con tener
siete hijos, mas como todo sueño, se quedó solo en eso. Hoy en día tengo tres
hijos vivos, muy bien de salud gracias a Dios. El mayor es Alejandro, tiene 34
años, es Veterinario, heredó de mí el amor por los animales. Alejo, como le
decimos de cariño, es padre de dos gemelas hermosas, una llamada Valentina y la
otra Johana.
Mi segundo hijo y el más cariñoso es Ernesto, él nació
producto de un 14 de Febrero, sabe bien que no fue planeado pero al menos tiene
la certeza que fue concebido con mucho amor. Ernesto tiene un alma inocente,
estudió Administración pero lo dejó en el cuarto ciclo porque notó que tenía la
cadena de hoteles de sus padres a su disposición y pidió que se le enseñara lo
básico del manejo y hoy en día tiene cuatro hoteles, tres en Perú y uno en
Chile.
Santiago es mi tercer hijo. Acaba de cumplir 30 años, no se
le ve mucho en las reuniones familiares, vive resentido con su papá desde los
20 años. Él piensa que yo no sé el motivo de su ingratitud pero sí lo sé. Santi
vio a su padre con otra mujer, y ésta mujer era su ex enamorada de la
universidad, y desde entonces no se lo perdona. Lo que no sé es si lo que
enfureció a mi Santi es el hecho de que su padre me engañara o porque lo hizo
con su ex. Prefiero no saber.
La última es Geraldine, o mejor dicho, era. La llamamos como
yo, por insistencia de mi esposo, él siempre gustó de mi nombre. Ella era
médico, mas nunca quiso estudiar medicina; su padre, una vez más, le imponía
hacer algo. No lo culpo, él quería que la niña de sus ojos estudie lo mismo que
él. Geraldine fue la hija más esperada, veníamos buscando la mujercita. Era la
consentida de todos. Sus hermanos la adoraban y su padre no dejaba de babear
por ella. Mi única compañera de las compras de los domingos, se fue, no está,
no volverá.
Mi esposo es 10 años menor que yo, hoy en día luce muy bien,
es un cincuentón interesante. Lo conocí cuando él tenía 17 años y yo 27, todo
fue muy rápido, él era un niño que apenas salía del colegio y postulaba a San
Marcos a la carrera de Medicina. Yo para ese entonces ya tenía mi
cadena de hoteles y clínicas dentales en Lima y Provincias. Él me jura que se
enamoró de mí por mi forma de ser pero con las bajezas que me hizo años
después, no cabe duda que él nunca me amó. Nuestro matrimonio acabó masomenos
cuando Geraldine tenía 15 años, lo recuerdo porque el muy sinvergüenza llevó a
su amante a la fiesta de quinceaños de nuestra hija, la hizo pasar como una
prima pero los encontré en el baño besándose y mi orgullo no me permitió
rehacer nuestros votos. Ya no le guardo rencor a Alejandro porque valgan
verdades, me dio cuatro hijos preciosos que adoro y me adoran. Sin embargo, soy
consciente que esa relación se mantuvo más por despecho que por amor.
Aquel año en que conocí al padre de mis hijos, fue el último
que juré dejar de esperar a Cristóbal. Cristóbal es el amor más lindo y sincero
que he tenido en mis ya no tan cortos 62 años. Fue un amor de verano como
solíamos llamarle aunque si tuviera que evaluarlo, tal vez fue mucho más que
eso. A Cristóbal lo conocí la primera vez que viajé a Japón, yo le encontraba
un parecido tremendo con un ex novio que murió en un accidente. Nos enamoramos
como adolescentes y ahora, sin miedo y sin dudas puedo decir que no me
arrepiento de absolutamente nada de lo que hice con él.
Nuestro ‘momento’ duró muy poco, casi 3 meses pero fue
suficiente para amarlo con toda el alma y recordarlo por siempre, así padezca
de Alzheimer. Él prometió ir a visitarme a Lima el siguiente año de mi retorno
a Perú pero ese día nunca llegó. Cada año me decía lo mismo, incluso yo regresé
por él a los dos años pero su matrimonio había vuelto a tener estabilidad y él
prefirió no arriesgar. Fueron 4 años los que esperé por él, y seguramente
hubiera esperado más, de no ser porque me enteré que esperaba a su tercer hijo.
No pude hacer nada, no tenía derecho, nunca lo tuve.
Reconozco que por despecho, acepté al primer chico que se me
cruzó, y ese fue Benjamín, el niño de 17 que tenía ilusión de hacer todo
conmigo, de bailar, de jugar, de caminar por el parque, de besarme cada que
deseaba y no solo a oscuras, todo lo opuesto a Cristóbal.
A pesar de haber tenido, hasta cierto momento, un esposo
ejemplar, nunca dejé de pensar en Cristóbal, siempre lo tenía presente y
siempre esperaba algo de él. Recuerdo que prometió enviarme algo por mis
cumpleaños, ya que su mamá y yo compartíamos la misma fecha de nacimiento. Así
que desde entonces, no ha pasado cumpleaños en el que no piense en él y en su
mami, que Dios la guarde en su gloria.
Son las 3:15pm, Gonzalito acaba de llegar del colegio y está
emocionado, me señala que en el buzón hay una carta, le pido por favor que me
la entregue.
“Hola, escribo con
dificultad estas líneas, queriendo que sepas que nunca te olvidé y por eso
quisiera verte por última vez, estaré en Perú la semana que viene, este es mi
celular, escríbeme para coordinar dónde nos podemos ver.”
Es una broma, no! es su letra, es su dirección de Japón, es
él. ¡¡Cristóbal!! es él. Pero por qué ahora? Por
qué después de tantos años? Por qué? No
sé qué pensar.
No concibo imaginar lo que quiere decirme, ni siquiera sé si
estaré bien y qué pasará si para entonces estoy en blanco, qué pasará si mis
días grises regresan y no recuerdo ni siquiera esta carta que me envió, me
siento desesperada, tal vez deba escribirle para contarle qué ha pasado por mi
vida en estos últimos años, me alegra que él pueda saber todo esto, pero me
duele en el alma saber que yo no podré saber de él.